viernes, 10 de abril de 2015

Ramón E. Betances Alacán y el anarquismo (II)

Ramón E. Betances Alacán y el anarquismo (II)
                                                                                              Por Ramón O´Neill Santos
Cambios políticos

El 4 de octubre de 1897, Praxedes M. Sagasta, como Primer Ministro de España, forma gobierno y cambia inmediatamente a los Ministros de Guerra y de Relaciones Exteriores.
El 6 de octubre concede la autonomía a Cuba y a Puerto Rico como posible solución a la beligerancia.
El 9 de octubre de 1897 cesan al General Weyler como Capitán General de la isla de Cuba y nombran en su lugar a Don Ramón Blanco.
El 6 de noviembre de 1897, Madrid, concede amplia amnistía a los presos políticos de Cuba y de Puerto Rico.
El 22 de noviembre del mismo año, el Ministro de Ultramar, Don Segismundo Moret, dio lectura a dos de cuatro Reales Decretos que había firmado la Reina Regente: uno establecía la igualdad de derechos políticos de los españoles residentes en las Antillas y los peninsulares, y otro hacía extensiva a Cuba y a Puerto Rico la Ley Electoral del 26 de junio de 1980 –sufragio universal.29
Además, el gobierno de España modificó el sistema de concentración, concedió indultos, recurrió al sobreseimiento de procesos por delitos políticos y otorgó libertad a los detenidos por análogas circunstancias.

¿La autonomía, solución a la beligerancia?

Es menester señalar que la autonomía para las Antillas no se contemplaba como alternativa o solución política ni por Betances ni por los máximos jefes separatistas antillanos.
La misma le fue ofrecida a Betances varias veces, veamos lo siguiente, tomado del libro El Antillano, Ramón E. Betances, 1827-1898, de Ada Suárez Díaz, p. 242, del capítulo XI:
El 14 de mayo de 1896 decía Betances a Don Tomás Estrada Palma:
Supongo que el Dr. Henna le habrá dado cuenta de las negociaciones que se me han propuesto. Hoy mismo si me queda tiempo, contaré como ha terminado después de haber dejado a los enviados desarrollar todo su plan de autonomía. En fin –después de haber soportado, sudando frío, pero sonreído, ofrecimiento hasta de cincuenta millones de pesetas para indemnizar a los jefes y a mí mismo– fue éste:
¡Autonomía! ¡Autonomía!… El gobierno es incapaz de comprenderla. Yo sí, la aceptaría, sin un soldado español en Cuba ni en Puerto Rico, sin un buque de guerra en los puertos de las dos islas, y con una indemnización que se discutiera para España, dejando a las dos islas gobernarse por sí mismas, y si a los diez años no nos convenía seguir así, nos separaríamos sin que se quemara una hoja de caña ni se tirara un tiro. Pero usted ha visto la Constitución de la República de Cuba, usted ha leído el manifiesto del Delegado Plenipotenciario, yo no puedo entablar negociaciones sino sobre las bases de la independencia de Cuba y de Puerto Rico.
– Entonces, dijo: ¿no hay nada qué hacer?
– Nada, conteste.
De igual obra tomamos de sus páginas 246 y 247 de su capítulo XI, lo siguiente:
A fines de octubre de 1897 solicita una entrevista con Betances un nuevo enviado del gobierno de Madrid, de quien se rumora “que va con misión de la Reina regente”: Don José Canalejas.
…se me presentó sin carácter oficial y con pretexto de darme las gracias, por haber dado consejos, en años pasados, a su señora enferma. Pero pronto empezó a hablarme de los proyectos de autonomía de Sagasta que, por lo que me dijo, comprendo que su plan “no ha puntualizado” aun lo que se hará con la deuda cubana, ni con los derechos de soberanía (ejército, marina y justicia). Le dejé exponer sus ideas sin interrumpirlo, y sólo le contesté cuando me habló de entrar en arreglos. Me dijo que Giberga, que Perojo, que Montoro, etc. y le contesté que ninguno de esos caballeros tenía autoridad para hablar de esos asuntos, que todos –el ejército y la emigración– habíamos dicho: “Independencia o Muerte” y que sería independencia o muerte, que por lo consiguiente no se podría entrar en tratos sino sobre las bases de la independencia.
De la página 247 tomamos:
…y para terminar sobre la cabeza de Weyler, le dije que este miserable había creado tantos odios que toda reconciliación se había hecho imposible.
Por otra parte, el Jefe militar Máximo Gómez, replicó, con un bando de guerra por el que serían sometidos a Consejo de Guerra, bajo petición fiscal de pena de muerte “todo comandante u oficial del Ejército Libertador de Cuba que se acogiese a la amnistía” “y todo emisario que intentase tratos para la aceptación de la autonomía.”30
Lo que inmediatamente antecede, desmitifica la persona del puertorriqueño Luis Muñoz Rivera y su supuesta sagacidad política al conseguir el régimen autonómico para Puerto Rico mediante el acuerdo con Sagasta y su Partido Liberal, en virtud de la autorización que le diera el Partido Autonomista de Puerto Rico en la asamblea celebrada en Caguas, el 27 de julio de 1896.
Más bien resulta ser, por un lado, el beneficiario indirecto del actuar de egregios puertorriqueños –Betances–, y por otro lado, el personaje que tuvo que aceptar el gobierno español ante la negativa de connivencia e insobornidad de los protagonistas principales puertorriqueños, en la Guerra Iberoantillana.31
Guerra que le implicó a España, desde su comienzo hasta los últimos días de noviembre de 1897, el envío de 185,277 soldados a Cuba y 4,848 a Puerto Rico, que le costó 36,200,000 pesetas los 172,000 fusiles, 10,000 carabinas y 72,000,000 de cartuchos Mauser enviados sólo a Cuba.32
Betances rechaza de España la oferta de soborno de 50 millones de pesetas para los jefes y para él.
En Filipinas, Emilio Aguinaldo, su hermano Baldomero y otros jefes de la titulada “República Filipina”, reciben el pago de un millón 700,000 pesos, mediante el pacto Biac-Nac-Bató, del 23 de diciembre de 1897, a cambio de reconocer la soberanía de España en Filipinas y de serle concedido a los insurrectos el perdón.33
¿Y Luis Muñoz Rivera, cuánto?

Solidaridad ácrata en América

Dos sucesos adicionales hay que mencionar, pues los mismos se pueden vincular con la ejecución de Cánovas, bien fuese como parte de la conspiración de Betances y Angiolillo, o bien en emulación al operativo mencionado. Que acontecieron en el otro extremo del Atlántico, ambos en las Antillas, uno de ellos claramente vinculado con Nueva York, Estados Unidos.
Tomemos el primero por su cercanía cronológica al suceso mencionado, y ubiquémonos en Cuba, el 17 de agosto de 1897. En ese día se celebraron en la catedral de La Habana los funerales por el alma de Cánovas, en los mismos se encontraba su protegido, el General Weyler. El operativo era asesinar a Weyler al salir de los servicios religiosos. El mismo se frustró por la detención de dos sospechosos.34
El otro aconteció en la República Dominicana en noviembre de 1897, según se desprende de la nota 257 del capítulo 1 del libro Diplomacia en conflicto, Cuba y España en el horizonte latinoamericano del 98, Salvador E. Morales Pérez y Agustín Sánchez Andrés, Centro de Investigaciones Científicas “Ing. Jorge L. Tamayo”, A. C., 1998, México. Tuvo que ver con Ulises Hereaux, Presidente de la mencionada República desde 1888.
Hereaux, obstinado en mantener su régimen dictatorial y sabedor que muchos de sus enemigos políticos se encontraban refugiados en Puerto Rico y que los mismos estaban en alianza con los independentistas antillanos, refugiados en los EE.UU. y en su propio país, comenzó desde 1895 a acrecentar la cooperación de su gobierno con el español, impidiendo que su país se convirtiera en bastión de los separatistas. A cambio de su cooperación recibía del gobierno español financiamiento, apoyo militar y diplomático, y su cooperación en la represión de sus opositores, especialmente en Puerto Rico.
Uno de los servicios prestados por España fue prevenirle, por conducto diplomático, de los proyectos de un grupo de “anarquistas en Nueva York, de quitar estorbos que se opusieran a la libertad de Cuba y Puerto Rico”.
El reciente asesinato de Cánovas y los conocidos vínculos del dominicano Abelardo Moscoso con dicha organización, uno de los siete exiliados dominicanos, a quienes el Delegado Tomás Estrada había propuesto para que dirigieran la proyectada expedición armada a Puerto Rico en ese año, a solicitud del “Club Hostos” –constituido por refugiados puertorriqueños en Santo Domingo– determinó que Heureaux le diera credibilidad a lo informado, ya que en el mismo se le mencionaba como uno de los posibles objetivos del grupo.35
La determinación no fue para menos, ya que Moscoso había tenido problemas con las autoridades españolas en Puerto Rico a causa de la prohibición para publicar folletos contrarios al régimen de Heureaux, además, porque había sido encarcelado en el presidio de Ponce (de donde logró fugarse) por dichas autoridades, por su participación en el levantamiento del municipio puertorriqueño de Yauco en abril de 1897..36
También debió pesar en su determinación el fusilamiento, por orden suya, de Román Monción –otro de los dominicanos nombrados por Estrada– , así como la existencia de 12,000 a 15,000 refugiados de Cuba y Puerto Rico, concentrados entre San Pedro de Macorís y Samaná, en la República Dominicana. Y el hecho de haber impedido que el barco alemán Dauntless, que conducía a otro dominicano nombrado por Estrada –Agustín Morales– , a San Thomas, pudiera hacer escala en las Islas Turcas para recoger pertrechos destinados a Puerto Rico.37

¿Participó Betances en lo anterior?

El libro de Morales y Sánchez no lo expresa. Lo que sí expresa en su página 63, del capítulo 1, es lo siguiente:
Los conspiradores puertorriqueños mantenían un contacto directo con líder independentista Ramón E. Betances, establecido en París, y según Lozano (se refiere a Francisco Lozano, Cónsul español en Santo Domingo), parecía contar con numerosos simpatizantes dentro de Puerto Rico.
Los sucesos mencionados, unidos al de España, pueden servir de marco de referencia para visualizar el alcance internacional de la alianza independentista ácrata en la  Guerra Hispanoamericana. Alianza que, desde nuestra óptica, estableció el precedente de la participación de los ácratas en un proceso revolucionario que buscaba la constitución de dos Estados soberanos con justicia social, mediante la separación de la metrópolis. Que de haber triunfado, como todo lo indicaba, pudo muy bien ser el preámbulo de una Confederación Antillana de contenido ácrata, en un punto altamente estratégico.38

La intervención del país acechante

Los sucesos posteriores al nombramiento de Sagasta, que dieron lugar a la intervención de EE.UU. son bien conocidos: la voladura del buque de guerra Maine, en Cuba, el 15 de febrero de 1898; la negativa de EE.UU. a que se nombrara una comisión mixta para que investigara y determinara la causa de la explosión; la oferta de 300 millones de dólares a España a cambio del traspaso de la soberanía de Cuba a ellos; la Resolución Conjunta de la Cámara de Representantes y del Senado de EE.UU., aprobada el 18 de abril del mismo año, y su intervención en la Guerra Iberoantillana, con sus conocidas consecuencias.39

Fallecimiento de Betances

El “Padre de la Patria” falleció en París, Francia, el 16 de septiembre de 1898, en víspera de cumplir treinta años de exilio, posterior a la firma del Protocolo en Washington y previo a la firma del Tratado de Paz de París entre España y EE.UU., donde fueron excluidos Cuba y Puerto Rico.
¿En qué condición económica se encontraba el prócer al momento de su muerte y qué impresión causaba?
Veamos las expresiones de Bonafoux, su admirador ferviente y sincero amigo del tenaz e ilustre revolucionario boricua, tomadas del libro La Víbora de Asnieres, de José Fernando Dicenta Bonafoux, y a quien la mayoría conceptuaban el mejor cronista y periodista de habla española de aquella época, el que se conceptuaba a sí mismo de la siguiente forma:
Soy un obrero. Como obrero vivo. Soy un escritor independiente porque me dá la gana. Por serlo he podido defender a los maltratados de Cuba, a los maltratados de Puerto Rico, a los maltratados de Las Filipinas, a los maltratados de Montjuich, a los perseguidos…, a todos los que sufren, a los que reclaman justicia, porque ese es el único consuelo de mi vida.40
Escribe Bonafoux, quien tuvo la ocasión de recoger el último suspiro de Betances:
Con su larga barba parecía un Cristo muy viejo, agonizando entre los escombros de todo cuanto había amado. Me hizo una seña para que me aproximase. Y me habló de Puerto Rico con su quejumbroso acento, que más parecía una plegaria entre sollozos. Mi hija Coconí le ofreció un ramo de flores frescas: las últimas que vio él…41
En la famosísima revista Vida Nueva, expresa:
…con un Betances que ya no existe; con un Betances que era más inteligente, más ilustrado, más probo y más decente que la inmensa mayoría de los enemigos que tuvo en Madrid, entre los cuales había no pocos asnos que le cocearon injurias y calumnias…42
Sobre las riquezas de Betances al momento de su muerte, nos informa:
Muerto el Doctor Betances dejando en sus arcas dos francos y setenta y cinco céntimos, aunque cierta inmunda prensa le acusaba de haberse vendido al oro filibustero y de ser un bolsista especulador.43

Betances: arquitecto social

Con lo que antecede se pretende acentuar una faceta más a la vida revolucionaria del indoiberoafroamericanoantillano Dr. Ramón Emeterio Betances Alacán, nacido en el pueblo de Cabo Rojo, Puerto Rico, el 8 de abril de 1827; su relación con el anarquismo internacional, cuando entendía que la misma podía ser tácticamente conveniente dentro de un marco estratégico.
Con 500 francos financió un viaje de ida que resultó sin regreso para dos personas, que como ondas trepidatorias, modificaron toda la correlación de las fuerzas políticas, militares e imperiales existentes en Europa, América y Asia.
El “Padre de los Pobres” ya dejaba saber su inclinación por la “acción directa” ante la pila bautismal, acentuándola con su principalísima participación en el “Grito de Lares” en Puerto Rico, el 23 de septiembre de 1868.
¡Dos francos y setenta y cinco céntimos, es su riqueza al fallecer!, cuando dieciséis meses y dos días antes rehusó aceptar “sudando frío, pero sonreído” cincuenta millones de pesetas ofrecidas como soborno por España, a cambio de que aceptara la autonomía para Las Antillas.
Su participación en la conspiración con Miguel Angiolillo nunca la negó.
Según las investigaciones de Oreste Ferrara, en París, Italia y en Cuba, expresadas en su libro Mis relaciones con Máximo Gómez, La Habana, 1942, citadas en las notas 3 y 4 del capítulo 1, del libro Historia política de la España contemporanea, de Melchor Fernández Almagro:44
…no se ufanaba del hecho que ni había ideado ni promovido, pero no negaba los contactos tenidos y las facilidades que había dado para la realización del triste suceso.
Él solía decir a sus visitantes: “En esa silla en donde estás, estuvo sentado Angiolillo”.
____________________
29 Historia política de la España contemporánea, primera parte.
30 Ibídem, p. 27.
31 Esquema histórico de Puerto Rico, c. XVII.
32 Historia política de la España Contemporánea, p. 28.
33 Ibídem, primera parte, c. 1
34 Ibídem, p. 18.
35 Diplomacia en conflicto, p. 68.
36 Ibídem, pp. 67-68.
37 Ibídem, pp. 67-68.
38 El anarquismo se entiende como la libre federación de libres asociaciones obreras, agrícolas e industriales; siendo en lo económico colectivista y en lo religioso ateo. Su finalidad máxima es la libertad humana, motivo por el cual es antiestado; incluyendo al de la dictadura del proletariado. Por entender que cualquier clase se burocratizaría al ejercer el poder, y con ello surgiría el autoritarismo, enemigo de la libertad plena. Es antipartido, por ser la vía que establece la estructura jurídica de los estados burgueses. Los antillanos dejaban saber sus tendencias libertarias al proclamar la libertad de los esclavos y la de los jornaleros de su servilismo. Desde el inicio se manifestó el internacionalismo con la participación de dominicanos, mexicanos, venezolanos, peruanos, polacos, franceses y españoles.
Martí fomenta su participación al comprometerse dar al producto un contenido de justicia social inexistente en la época. En enero de 1892, en La Habana, los obreros se expresan pública y formalmente a favor de la independencia, y en 1895 la huelga general se manifiesta en ambas antillas.
La participación en el proceso revolucionario no fue claudicación, porque el mismo implicaba la destrucción de un Estado y porque el propio Partido Revolucionario Cubano nunca fue uno de carácter electoral.
El movimiento obrero, t. 1, Instituto Cubano del Libro, Cuba,1975; García, Gervasio, Quintero, A.G., Desafío y solidaridad. Breve historia del movimiento obrero puertorriqueño, Ediciones Huracán, 1982, Río Piedras, Puerto Rico.
39 Historia política contemporánea, pp. 79-137.
40 La Víbora…, p. 197.
41 Ibídem, p. 231.
42 Ibídem, p. 233.
43 Ibídem, p. 237.
44 Ibídem, p. 306.



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